La pintura de Arturo Rodriguez explora, busca, insiste en esa parte oscura, negada consciente y sistemáticamente por el hombre. En ella logra instalarse y crear un espejo torturado y doloroso en el que nos miramos y trascendemos gracias al arte.
En esa zona, en la que confluyen el sueño, el horror diario y la esperanza de un orden (impracticable) que solo el arte puede otorgar, su obra se prolonga y multiplica, fuerte y sincera en el afán de ver el rostro, o uno de los rostros, verdaderos del hombre, del tiempo que nos ha tocado vivir.
Obra que se alimenta y halla su sentido en las más modernas corrientes del arte moderno, no deja de ser (y esto la salva y la distingue) al mismo tiempo una obra de raro y firme acento personal.
Con la valentía y la capacidad de un artista verdadero, Arturo Rodriguez nos lanza a su aventura desbordante, desoladora, y nos introduce en un mundo autentico y desconsolado que no es otro que el de la poesía, que no es otro que el del hombre.
Reinaldo Arenas
Poet and Novelist.
Nueva York, Abril, 1982.